Rocío Garcia. 25/11/2010
Irène Némirovsky conoció bien la tragedia del exilio. Nacida en Kiev en una familia judía, huyeron de la revolución bolchevique y se establecieron en París, tras breves estancias en Finlandia y Suecia. Fue solo el inicio de la más absoluta de las desgracias. Deportada al campo de concentración de Auschwitz, Némirovsky fue asesinada junto a su marido Michel Epstein. Tenía 41 años. El exilio y también la barbarie nazi están en la razón de su conmovedora escritura. Por supuesto en Suite francesa, con la que 62 años después de su muerte, fue aclamada por público y crítica, pero también con Nieve en otoño, el último libro publicado ahora por Salamandra.
Nieve en otoño es un delicioso relato, en realidad su tercera novela después de David Golder y El baile, sobre el exilio y la nostalgia. Tatiana Ivanovna es una mujer ya anciana dedicada toda la vida a servir en una gran familia rusa. Es la fiel criada que, una vez la familia se ve obligada a huir por la Revolución de Octubre, ella se reúne con ellos en París. Y allí la vieja Tatiana sueña con su tierra natal y la nieve surcada por las profundas huellas de los trineos, los abetos helados y el viento. En apenas 93 páginas, la autora rusa consigue que el lector penetre en la suntuosa mansión y felicidad de la familia Karin en Surajevo, en las inmediaciones de Moscú, y en las intimidades de cada uno de sus miembros, así como en las penurias que les esperan más tarde en el pequeño y desangelado apartamento parisino. Y todo a través de la mirada limpia y generosa de esa anciana que se sentaba en la ventana a zurcir medias. Las contradicciones de la vida y su moralidad descansan en este homenaje a la sencillez y fidelidad de una exiliada.
Font: Papeles Perdidos
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